Alejandra Costamagna. Ultimos fuegos

JUAN PABLO JIMÉNEZ -.

A la chilena Alejandra Costamagna la vemos a veces escribiendo en la Rolling Stone. Es periodista y escritora. O Escritora y periodista. O periodista y/o escritora. La cosa es que pone los dedos en el computador y en trance comienza a dar forma a esos mundos interiores que vuelca en sus escritos.

A sus novelas “En Voz Baja” (1996), “Ciudadano en Retiro” (1998) y “Cansado ya del Sol” (2002), además del libro de cuentos “Malas Noches” (2000), se suma este otro libro de cuentos: “Últimos Fuegos” (2005) –ya hablaremos más delante de “Animales Domésticos”…

En “Últimos Fuegos” conviven los relatos de personajes reconocibles en la calle, en un motel, en la micro, amalgamados con las imágenes que a ratos parecen extraídas de sueños. Y no es que ello sea raro; tal vez sea una forma de realidad para ir canalizando historias.

Porque, ¿acaso no han vivido un día que ha sido extraño y sin aparente forma? ¿No han tratado de recordar la cara de la mujer que aman y les es imposible dibujarla en la memoria? ¿Es raro eso?...

Alejandra nos ofrece este mundo donde las cosas pueden suceder en la casa de al lado, en la oficina de al lado o en la conciencia del vecino de al lado.

Quién sabe si en un tiempo más será posible que uno pueda “construir” un hijo sacándolo directamente de la cabeza –ojo eso sí al volver a colocarse la cabeza; hay que cuadrar las cosas–. O recordemos que en los sueños está casi todo permitido y desde esa perspectiva soñar que caminamos por las entrañas de un caballo es válido en estos tiempos.

O inventar el silencio. O que las historias contadas tengan título de crónica roja. O que los amores de pareja parezcan gastados o ásperos sin que ni siquiera los mismos miembros de esa pareja lo noten. O que un despechada tome un avión para seguir a ese que nunca más la tiró a la cama, para pedirle explicaciones, para arañarle la cara y la traición.

Como en un sueño, como en el mundo interior de una escritora, son muchas las cosas que pueden suceder. Y en “Últimos Fuegos” hasta dos gemelas pueden vomitarle a la cara el odio a su madre. O puede producirse el incendio más grande de la década parecido al capricho de Nerón; un incendio, claro, que sucede en las conciencias de los personajes.

Costamagna nos ofrece sus historias a veces tenues otras veces feroces con un suave coqueteo entre ellas; un acertijo que deberemos ir descubriendo a medida que cambiamos de página.

No es que existan claves en estos cuentos de fuego. No. Es que aparece un personaje de pronto que se conecta con otro de hace tres cuentos atrás y eso ayuda a explicar ciertas cosas. Como un gran cuento que se revela a través de sus ramas. Costamagna así nos hace una suerte de favor al no dejarnos en la incógnita.

Por eso aquello de abrir una olla y encontrar la comida preparada por mamá. Distintos elementos unidos por esa misma silenciosa integración de los sabores y los colores, dependiendo de la intensidad de fuego que le dé la cocinera a la preparación. Y aquí Alejandra es la cocinera dándole los tiempos e intensidades necesarias a los últimos fuegos.

Termina cada cuento de este libro y hay una esperanza de que algo más quede por suceder. Que hubo un tema pendiente que quizá se explique en otro momento, cuando menos lo esperemos. Al final de cada cuento, en ese silencio, en ese “bardo” que hay entre cada reencarnación, Alejandra nos deja con la sensación de que seguirán pasando cosas y nos dejará pensando en ese cúmulo de asperezas recién sucedidas.

Como dicen los críticos siúticos: este es un libro “altamente recomendable”.

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1 Comentarios

  1. me gusta demasiado la rolling stone para no querer leer la novela de Ultimos fuegos. seguro es excelente ya que ella escribe muy bien.
    la próxima vez que saque pasajes a Chile de vacaciones voy a comprarme el libro sin duda aunque quizás en Argentina pueda conseguirlo

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